Sobre el tabaco

La planta de tabaco pertenece a la familia de las Solanáceas, así como también forman parte de este grupo patatas, berenjenas, tomates y pimientos. Este cultivo anual – o plurianual en algunos casos – presenta un tallo recto de entre 1 y 3 metros, y hojas elípticas o lanceoladas que contienen sales minerales, azucares, proteínas, resinas, esencias aromáticas, compuestos volátiles y nicotina. La planta produce atractivas flores de forma de mazorca, mientras que el fruto es una cápsula con pequeñas semillas morrones, de forma redonda o elíptica, que permanece vital durante 4-5 años en condiciones medioambientales ordinarias. A partir del siglo XVI, la planta de tabaco se difundió rápidamente desde América hasta el resto del mundo, diferenciándose en diversas variedades, gracias a su excelente capacidad de adaptarse en contextos medioambientales diferentes. Hoy en día el tabaco se cultiva en unos cien países, la mayoría en el mundo en desarrollo. Los continentes donde se cultiva más tabaco son los de Asia (especialmente China, India y Turquía) y América (EEUU y Brasil), pero esta planta se puede encontrar también en Europa (en Italia, Grecia, Bulgaria, Polonia y Rusia), África (Zimbabue y Malawi) y Oceanía (Australia y Nueva Zelandia).

Se consiguen diferentes resultados dependiendo del área, porque clima y suelo tienen un papel determinante.

La historia del tabaco

El tabaco no llegó a Europa hasta el descubrimiento de América, pero los nativos del continente Americano ya llevaban mucho tiempo con la costumbre de fumarlo durante sus rituales.

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La costumbre de fumar tabaco se remonta a tiempos muy antiguos. En la época pre-colombina la costumbre de fumar tabaco estaba muy arraigada y común en los rituales culturales y religiosos de todos los grupos étnicos. Cuando Cristóbal Colón y su tripulación desembarcaron en la Isla de San Salvador en 1492, notaron que muchos de los nativos tenían entre los dedos una especie de palillo, encendido por un lado y que inhalaban el humo por el otro lado. Durante el siglo XVI, el tabaco salió del Nuevo Mundo para llegar a Europa. Parece demostrado que se cultivó por primera vez en los jardines reales de Lisboa en 1558, y que el embajador francés Jean Nicot envió las semillas de Portugal a Francia alrededor de 1560.
En principio, esta nueva “hierba americana” se usaba para fines medicinales, debido a que se creía que curara varias enfermedades, razón por la que la conservaban los boticarios. Se usaba para curar plagas, úlceras gástricas e infección de pulmones; se pensaba que las plagas llegaban a ser menos virulentas después del tratamiento con humo, y el tabaco se consideraba un medicamento milagroso contra la caída de dientes.
Durante el siglo XVII, la reputación del tabaco como hierba medicinal disminuyó paulatinamente, y empezó a usarse por placer, bajo formas que variaban dependiendo del estado social: los soldados lo mascaban, los oficiales lo fumaban en la pipa, los aristócratas lo llevaban a las narices para saborear el aroma. En el siglo XVIII, todo hombre de la burguesía que aspiraba a ser un verdadero caballero debía de tener buen olfato en tema de tabaco, además las tabaqueras finamente elaboradas se convirtieron en símbolos de estado del periodo.
En la primera mitad del siglo XIX, los puros – inicialmente sólo los fumaban los españoles – se pusieron muy de moda en los salones de toda Europa.
Este siglo también asistió a la difusión del fumo de cigarrillo, que llegó a ser cada vez más popular en Europa después de la Guerra de Crimea, cuando los soldados volvieron a sus casas con pequeños cilindros de papel llenos de tabaco. En principio, los cigarrillos se producían manualmente; la primera máquina para liar cigarros mecánicamente sólo se introdujo en 1880 en los Estados Unidos.

Principales tipologías de tabaco

Existen diferentes variedades de tabaco, cada una con sus propias características, por ejemplo en base al clima ideal para su cultivo y la manera de tratar las hojas después de la cosecha.

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Principales tipologías de tabaco

Existen diferentes variedades de tabaco, cada una con sus propias características, por ejemplo en base al clima ideal para su cultivo y la manera de tratar las hojas después de la cosecha.

Regulaciones

Creemos que el sector del tabaco debería de tener una serie de regulaciones y estándares capaces de tutelar al cliente como también de reconciliar los varios intereses involucrados.

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Cientos de miles de campesinos cultivan tabaco, y la industria del tabaco garantiza millones de puestos de trabajo. Entre los productos de tabaco son los consumibles los que sufren lo mayores impuestos, representando así una fuente importante de ingresos para todos los países. No obstante la concienciación global de los riesgos de salud que provoca, son alrededor de mil millones la personas que hoy en día fuman en el mundo.
Basado en las susodichas consideraciones, aunque la producción y la venta de productos de tabaco represente un tema de grave preocupación para una amplia parte del público, la idea que acaben prohibiéndolo aparece poco realista.
Hace falta un enfoque objetivo al tema. Nuestra opinión es que los productores de tabaco deberían llevar sus negocios de manera responsable, mientras que los gobiernos deberían trabajar para la adopción de un marco legislativo adecuado, capaz de tomar en cuenta las necesidades de todos los actores involucrados: autoridades sanitarias, ministerios de economía, campesinos, productores de tabaco, consumidores, no fumadores. Hace falta una política que prevenga y desanime el tabaquismo, con campañas dirigidas a los chicos, desde la escuela primaria en adelante, y con terapias de soporte para los que lo quieran dejar, y más en detalle, hace falta una información transparente sobre los productos presentes en el mercado. Es igualmente importante, de todas formas, tener en consideración las potenciales repercusiones de regulaciones demasiado restrictivas, que podrían contribuir al crecimiento del mercado negro y a la venta de productos de tabaco falso o importado ilegalmente. El riesgo asociado al crecimiento del mercado ilegal sería determinante no sólo en términos de pérdida de ingresos fiscales, sino sobretodo en términos de riesgos para la seguridad del consumidor debido a controles más flojos sobre los productos por parte de las empresas que operan en el mercado legal.

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